sábado, 9 de enero de 2016

Algarve, Navidades 2015


Praia do Barril
Ha sido la primera vez que piso suelo portugués después de que me propusiera estudiar su idioma, hace casi 4 meses (nivel A1, ahora voy por el A2), y haya conseguido entablar ya alguna que otra conversación, básica, rudimentaria, pero toda una satisfación en mi caso. Porque, ¿qué puede haber más interesante que aprender el idioma del lugar que a uno lo apasiona?.

 Escribo esta entrada después de sentir definitivamente la total necesidad de dar un giro de 180º a la dirección de este blog, sencillamente porque la mayoría de las entradas que lo ocupan tratan de Portugal, en concreto del Algarve, y de la zona de Lisboa y alrededores... Todas mis escapadas me dirigen allí desde hace casi diez años, por lo que no me queda más remedio que reconocer de una vez por todas mi lusofilia empedernida y dedicar este blog casi en su totalidad a todo lo relacionado con las experiencias que por allí voy recolectando. 

Y qué mejor manera de demostrarlo que poniendome manos a la obra y comentando mi última visita relámpago estas Navidades pasadas, porque me apetecía ver qué se cuece por allí en estas fechas. Mis visitas de un día tienen un objetivo claro: absorver todo lo que pueda en el menor tiempo posible. Dicho y hecho. En el trayecto que va desde Vila Real a Faro (200 kms ida mas 200 kms vuelta), me dediqué a lo siguiente: visitar mercados (en concreto los de Castro Marim y Olhão); contemplar las hermosas vistas del restaurante O Castelo dentro del casco antiguo de Faro; fotografiar las famosas anclas de la praia do Barril, y por último, a la vuelta, pasear por Tavira en estas fechas tan señaladas. 




Antes de seguir, una aclaración importante. Aprecio y respeto enormemente (hasta donde conozco) todo lo que me ofrece Portugal como visitante: el trato educado, cariñoso y amable de la mayoría de sus gentes, su naturalidad y simpatía; la tranquilidad que ofrecen sus pueblos; su excelencia y profesionalidad en el sector turístico, y otra características que intentaré ir desgranando, y que ahora no es el momento de exponer.

Así que cuando escribo sobre estos lugares tan especiales para mí, y de sus habitantes, me gustaría que esta información no fuese usada por ese español nuestro tan burro, ese listillo que no tiene educación, arrogante y ruidoso, que va de graciosillo sin serlo y que desprecia al vecino, ya sea por ser éste pequeño, por incultura o por la razón que le parezca. El tipo de español por ejemplo que escuché una mañana, después de llegar en bici desde Vila Real, mientras tomaba una cerveza en una terraza del rio Gilão en Tavira. Decía ella (era mujer), chulescamente: "Somos españoles, sí ¿que pasa? ¡aquí estamos!"... vociferando a su paso por el lugar, sorprendiendo a los incautos allí presentes y dando una lamentable impresión.

Repito, no es mi intención pues, contribuir con este blog a que este tipo tan común de patán o burro patrio cruce la frontera para reventar la calma portuguesa, porque sé que somos cada vez más los que nos adentros en aquellas tierras. Respetemos para ser respetados, porque creo que quizás ellos tengan más virtudes y menos defectos que nosotros, y debamos aprender de ellos, más que ellos de nosotros, entre otras cosas, por ejemplo, a ser más humildes y menos prepotentes... Después de esta aclaración, continúo pues con mi trayecto de ese día. 

Nunca había coincidido con el mercado de Castro Marim, ya que se suele celebrar los segundos sábados de cada mes, así que lo primero que hice fue aparcar para echarle una ojeada. Una nota respecto a los mercados del Algarve: recomiendo enormemente el material recopilado por el blog Al Algarve conmigo. Ahí se enumeran todos y cada uno de los que hay, el tipo de mercados que son (de productores, de antigüedades... ) y los días que se celebran.

Litão
Litão, mas caro que el bacalhau. Fuente: flickriver

El de Castro Marim está compuesto en la primera mitad por vendedores de productos alimenticios: quesos, aves, pescados... y en la segunda por puestos de ropa. En uno de los puestos de pescado, me llamó la atención un pez que se vendía desecado y cortado a tiras: el litão. De la familia de los tiburones, pero en pequeñito, fue considerado en tiempos antiguos el bacalao de los pobres, y hoy en día en Olhão se mantiene la tradición de ser cocinado guisado en la comida de Consoada (Nochebuena), lo que lo ha convertido en un manjar, incluso más caro que el kilo de bacalao.


Cacela Velha
Paraíso portugués

Mi siguiente destino fué Cacela Velha, parada casi obligada para disfrutar de la tranquilidad que este lugar siempre ofrece y de las maravillosas vistas de su costa. Abajo en la playa, el tiempo se detiene por completo. No hay oleaje, el silencio es absoluto. Durante una hora, me sumerjo en la calma del lugar... de nuevo me has atrapado Cacela, pero, ¡tengo que seguir en marcha!.

Otra vez al coche, vuelvo a la nacional. Me dirijo al mercado de Olhão, pero lo pillo medio terminando, asi que aprovecho para hacer una pausa y comerme el bocadillo que llevaba. De Olhão continúo hasta Faro, para pasear por su pequeño casco antiguo, llamado en portugués Cidade Velha o Vila-Adentro. La última vez que lo visité fue hace casi un año, con la bici, durante el trayecto Tavira-Faro-Tavira (80 kms en total), cuando nos paramos a probar las frambuesas de uno de los puestos del mercado.

Gaviotas en muello Olhão
En aquella ocasión, antes de comer fantásticamente en la Taberna Modesto, me fijé en que a su lado había otro restaurante de amplia entrada que se publicitaba como restaurante terraza, y que me prometí visitar la próxima ocasion, así que allí me encontraba otra vez. Y no sé como será la comida, pero las vistas del lugar son fantásticas. No hice fotos del sitio (a veces simplemente hay que dejarse llevar y disfrutar), pero realmente merece la pena por dichas vistas. Posee un amplísimo ventanal para contemplar la ría, con cómodos asientos en la zona interior y una terraza exterior. El frío invernal lo hacía más acogedor desde dentro, aunque solo me quedé unos instantes para apreciarlo.


A la salida, rodeé las murallas del casco histórico, pegado a la ría, pasando por delante de una hilera de cobertizos de pescadores, antes de dirigirme de nuevo al coche. Se van terminando las horas de sol. Tengo que apresurarme y llegar al siguiente objetivo: Praia do Barril, situada justo antes de llegar a Tavira, a 7 kms de esta. Mi objetivo era fotografiar su playa de anclas, algo que ya hice en su día con una cámara bridge, pero no con la réflex que tengo actualmente. Para llegar hasta allí, hay que atravesar un estrecho puentecito sobre el brazo de mar que separa la playa de la costa, y a continuacion, andando o en trenecito (de pago), llegar al lugar.

 Es un paseo que lleva un ratillo (unos 20 minutos), y que en esta época del año, prácticamente sin turistas, se hizo muy agradable. A cada lado del camino se extiende una basta extensión de marismas, por las que revolotean varias especies de aves. La playa tiene un restaurante, y pegado a él, hay un campo de anclas, fotografía obligada del lugar... Nuestros vizinhos, pendientes siempre de los detalles, saben vender el producto como nadie. 

Praia do Barril
Cementerio de anclas en la Praia do Barril

El cementerio de anclas es un homenaje a la pesca de atún que dejó de realizarse hace más de 50 años en la zona. Las antiguas instalaciones de los pescadores han sido reutilizadas por el actual complejo de la playa. En la pesca de atunes las anclas fijaban al suelo marino el entramado de redes que usaba, de ahí el gran número de anclas.

Biblioteca de Tavira. 
Imagen tomada del blog 

Y mi último destino, Tavira. Como primera ciudad medio grande que encuentro al cruzar la frontera, me gusta caminar por sus calles, conocer sus olores, observar sus gentes a través de sus ventanas, sobre todo en esta época que en el Algarve, no sé porqué, parece más especial. En esta ocasión además descubrí un gran edificio moderno que resultó ser la Biblioteca Municipal Álvaro de Campos, y que tenía un aspecto estupendo para leer o estudiar dentro... Creo que nuestros vecinos tienen muy buen gusto arquitectónico, más moderno y hermoso que el nuestro en ocasiones.

Estaba cayendo el sol y ya me encontraba algo cansado de no parar todo el día, así que me senté al lado del río durante un buen rato, mientras una chica extranjera que tocaba en ukelele para los turistas, cantaba dulcemente en inglés, amenizando los últimos instantes de luz del lugar.  Me fijé que la otra parte del río estaba decorada con iluminación navideña, así que decidí esperar un poco, sentado, para contemplar Tavira iluminada en Navidad. Ha sido un fantástico día bien aprovechado, una vez más, en un sitio que me lo dá todo, que me llena el alma. Aquí terminó mi periplo algarveño navideño. Un día al oeste de Al-Andalus, en la bella Al-Gharb.

Tavira



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